
Tras volverme hacia ella contemplé su rostro y advertí que sonreía. Mis ojos se tornaron fríos y hostiles. Entonces comprendí.
Mi vida, bañada en penurias y desgracias, me había convertido en un ser malévolo, sin escrúpulos, bañado en la venganza y el dolor. No existía el placer para mí; odiaba el mundo y él me odiaba a mí. Ella había venido a darme un regalo, quizás el mejor que obtuve jamas; la libertad.
Miré de nuevo a la Muerte y sonreí, creyendo que habia encontrado la devoción de la vida en la muerte. Era un precio justo. Mi alma, a cambio de la paz.
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